Era sábado y había planeado salir a divertirme con mi primo, fuimos como de costumbre a Miraflores, caminando entre la gente joven, por La Calle de las Pizzas, decidí entrar a una de las tantas discos que ahí se encuentran, estaba repleta y había que hacer espacio entre la gente para poder caminar, y mientras estaba en pleno ajetreo, mis ojos divisaron a Mariela, una muy dulce y bella chica que se convirtió en mi “Mariposa de Amor”.
Aquel día en que la vi por primera vez, la encontré en medio de aquel antro, parada entre la multitud con una amiga, las dos estaban inquietas, parecían buscar o esperar a alguien pues estaban solas, cosa muy rara, ya que encontrar dos chicas así de la nada, tan lindas y dispuestas a hacer vida social, es tener mucha suerte a pesar de no saber si ésta sería buena o mala. Desde que mis ojos se posaron sobre Mariela no pudieron apartarse, y la miraba y la remiraba y me decía a mi mismo una y otra vez, -tienes que conocerla, tienes que hablar con ella, tienes que hacer algo!, ¿Pero qué?-, así que en un arrebato de adrenalina mezclada con altas dosis de endorfinas, y a pesar de que muchos caballeros se habían acercado a invitarla a bailar y ella se había negado, tome aire, me acerqué, la tomé suavemente del brazo, la miré fijamente a los ojos, y la invite a bailar, Mariela me miró sorprendida y accedió con una sonrisa, cruzamos nuestras miradas, y de inmediato supe que si me quedaba demasiado tiempo con ella, corría el riesgo de enamorarme, y como tengo el espíritu de un centurión masoquista, decidí quedarme e intentar cortejarla, ella también parecía interesada, a pesar de que todos sus movimientos estaban previa y fríamente calculados al milímetro, con aquel estilo, audacia, talento, y sobre todo, encanto que caracteriza a las mujeres, pues es como un don con el cual nacen todas, es como si ya tuviesen programados en los genes, cuales son las acciones paso a paso, para seducir a un hombre y hacerlo caer, para atraparlo y manipularlo a su antojo, y yo no sería la excepción, así que dije, -ahí vamos otra vez-.
Desde que me cautivó, ya sabía que había perdido la batalla, que iba a perder sin importar el cómo y el porqué, que estaba derrotado y sometido a su voluntad, así que tenía dos caminos. El primero, continuar sin poder defenderme, apostando todo a que la dueña de mi voluntad resuelva darme el control de su corazón y así ser felices los dos, considerando que si perdía la apuesta, la caída me dolería como de costumbre, tener que pasar por cuidados intensivos una vez más, en la sección "enfermedades del corazón de alto riesgo", luchar contra mí mismo, hacerle entender a mi cabeza que ella no volvería y que todo había sido en vano, para luego pasar a la "sala de recuperación" por un buen tiempo hasta reponerme (conozco todo el proceso de memoria, quizá por eso siempre atino a lo primero). El segundo, detener todo, esperar a que terminemos de bailar, no abrir la boca, trar de controlar los desmedidos saltos de mi corazón, hacerme el disimulado, guardar aquella escena como un dulce recuerdo, y apenas termine todo, escapar del lugar, cosa que en aquel momento es lo más difícil de hacer, ya que me sentía atrapado como cuando una abeja vuela y revuela alrededor de la luz de un foco muy brillante, intentando llegar hacia luz sacudiéndose contra el cristal que impide su deseo, y a pesar de todo continúa y continúa achicharrándose las alas, golpeandose una y otra vez a pesar de saber que su destino es morir, al igual que un centurión, al igual que yo, y lo digo porque siempre he tenido la plena convicción de que uno debe luchar por lo que quiere, por aquello que tu corazón te pide, así pierda, así te muelan a palos, así te dejen medio muerto y sangrando, hay que luchar hasta el final. Y a pesar de que sabía que iba a perder en aquella inminente batalla, resolví llevar mis pasos hacia el primer camino y hacerle frente a la bella ladrona de corazones (por eso digo lo de masoquista, sabía que quedaría ultrajado).
Aquella noche solo quería bailar con ella, conversar con ella, contemplar su tierna y dulce carita, tomarla entre mis brazos y besarla, abrazarla muy fuerte, sentir que con sus besos y su aroma puedo desprenderme del mundo y volar hacia las estrellas, sentir gracias a las muy elevadas endorfinas, el completo adormecimiento de la percepción de lo que sucede a mi alrededor, sentir como la lógica se desvanece para abrirle paso a los sueños, sentir que con un abrazo, que con una caricia, el mundo desaparece y te dan ganas de gritar lo bello que es estar vivo, te dan ganas de ponerte de rodillas, mirar al cielo y darle gracias a Dios por aquel momento, y piensas que aquel sueño lo recordarás durante toda tu vida sin importar lo que pase.
De todo aquello que anhelaba, solo sucedieron dos cosas, bailé casi toda la noche y me quedé conversando con ella hasta el final. Todo iba bien hasta entonces, cuando le pedí su número, me contó que no tenía celular porque se lo habían robado, así que me dio su dirección de correo electrónico, yo le di mi tarjeta por si sucedía el milagro de que me llamase, lo único malo de aquella plática, era que tenía tan solo dieciséis años mientras que yo veintiuno, en diciembre cumplía diecisiete, y estaba todavía en el colegio cursando el último año de estudios. Después de aquella noche, que pensé no se volvería a repetir, ya que no la había encontrado en el Messenger durante ocho o nueve días desde que la agregué a mis contactos, y no había respondido el tan cursi correo electrónico que le envié a los dos días de conocerla, que me hicieron recordar aquellas cartas que escribía a las chicas que me gustaban cuando tenía la edad de ella, y habiendo ya casi abandonado toda esperanza de volver a verla, un sábado que no tenía planeado salir, decidí ir con un amigo a aquel lugar en donde nos conocimos, por si sucedía el milagro de encontrarla otra vez, y así fue. La encontré con la amiga de la otra noche, junto con otros amigos más, los cuales a pesar de que yo no les daba importancia, les guardaba cierto recelo. Me acerqué y la saludé apenas la vi, puse una vez más mi inigualable e infaltable cara de idiota y de cojudo, que ponía en completa evidencia que se me caían las babas por Mariela, supongo que eso normal cuando uno se siente enamorado, siempre recordaré esta frase que una vez oí en un comercial de Sprite la cual fundamentaba "el amor te vuelve idota", y es cierto, yo me había vuelto completamente idota.
Aquella segunda vez, no bailé con ella, solo conversamos en unas cuantas ocasiones, ya que se veía ocupada con otro galán, el cual no le quitaba los ojos de encima, la tomaba de la mano y hasta la besaba, ella claro, trataba de hacerlo de forma disimulada y cada cierto tiempo me miraba, y yo no sabía que hacer, incluso aquel chico se puso celoso de mi y quiso tener una confrontación conmigo, cosa que no logró concretarse porque Mariela no lo dejó y sus amigos lo detuvieron antes de que se me acercara, además que yo también estaba con mi grupo y fueron ellos quienes me alertaron de las intenciones de aquel muchacho. Durante toda la noche, yo estaba ahuevado pensando en Mariela, no le di mucha importancia y a penas observé que mi amada se retiró de la mesa en la que estaba, fui a su encuentro, me miró y me sonrió, luego me contó que aquel chico la estaba fastidiando y quería tomar actitudes que no le correspondían, pues Mariela me dejó en claro que no tenía nada con él, lo cual era mentira por razones obvias, ya que después de aquella escena que vi entre los dos, ella no podía decir aquello, no tenía sustento alguno, sin embargo, yo, al estar dopado o ahuevado caería mejor, por aquel sentimiento, me hice el idiota, así que no dije nada, solo quedamos en salir otro día, aquel tercer día, en que se concretaría aquello que deseaba, a pesar de que solo sería por una noche.
Aquel tercer fin de semana en que vería de nuevo a Mariela, sucedieron una serie de cosas extrañas, como que cuando llegué al lugar pactado, una discoteca en San Borja, no la encontré por más que busqué hasta despues de las 2 a.m., estaba dando vueltas por la disco pensando que hacer, pensando en que ella no estaba en el mismo lugar, y que había sido una vez más víctima de sus engaños, y cuando ya había abandonado toda esperanza de verla, veo la silueta de curvas casi perfectas de una chica de cabello largo, con la espalda semi desnuda, que pasaba delante de mi, la cual se me hacía muy conocida, entonces, sientiendo aquellos calambres característicos en el estómago, caminé tembloroso hacia ella, no podía confirmar aquello porque aquella chica estaba de espaldas, entonces me acerqué un poco más, la tomé suavemente del brazo, ella volteó, ¡Era Mariela!, nos saludamos cordialemnte, ella alegó que había estado toda la noche ahí y que no me había visto por ningún lado, todas aquellas dudas que tenía antes de encontrarla, todos los reproches mentales que había hecho en mi mente y que trataba de responder de la pero forma posible, se esfumaron, pues al fin había encontrado a Mariela y lo demás dejó de ser importante, luego pensé -Por fin ésta vez, la tendré solo para mi-. Ella estaba con la misma amiga como de costumbre, y con un amigo más, conversamos un poco y luego la invité a bailar, cuadno llegámos a la pista de baile, bailamos abrazados desde la primera canción, yo estaba otra vez tembloroso, transpirando a borbotones, tan feliz que no prestaba atención a mi alrededor, de pronto en pleno baile se acercó un chico, con aspecto melancólico y muy aturdido, tomo de la mano a Mariela y me la arrancó, yo de inmediato fui a rescatarla del villano, cuando ella se volvió hacia mí y me dijo, -espera, no te preocupes, déjame hablar un rato con él- Yo completamente confundido por la escena, atiné a dejar que conversara pero siempre manteniéndome vigilante ante los dos, luego de un par de minutos, vi a Mariela regresar un poco molesta, le pregunté por lo sucedido y ella respondió -Está loco!, me dijo que yo ya morí para él, que ya no me quería y un montón de idioteces más- Yo no tenía idea alguna de lo que estaba pasando, sin embargo, cuando vi al pobre chico en un rincón, tristemente observándonos, me dije a mi mismo -Espero que yo no tenga que decir ni pasar por lo mismo, a pesar de que lo más probable sea que sí- Traté de llevármela lo más lejos posible de la vista de aquel pobre muchacho hasta perdernos entre la multitud, en donde nadie nos moleste, la tenía tomada de las manos, sentía como nuestras manos sudaban y temblaban a la vez, yo trataba de mirarla los ojos, de robarle un segundo de su atención e intentar besarla, pero ella parecía muy nerviosa y miraba hacia un costado, así que me acerqué suavemente hacia su oreja mientras continuábamos bailando, y le exprese mi amor por ella, le dije que me gustaba mucho, que no sabía como explicar aquello que sentía, ella se ruborizó y me miró con aquella dulce y a la vez picaresca carita sonriente, le pregunté qué era lo que sentía ella, si sentía lo mismo, ella correspondió a mi solicitud de estar juntos y querernos mucho, le pedí un beso, y ella me lo dio, desde aquel momento, todo cambió, nos besamos, nos abrazamos, y yo la acariciaba tiernamente, todo era tan increíble, todo parecía ser perfecto, como un cuento, como un sueño, como que se había cumplido algo que verdaderamente mi corazón quería, hasta que lamentablemente, dieron las doce y la cenicienta debía volver a su hogar, salimos de aquel lugar, y caminamos por la calle unas cuantas cuadras, mientras yo no dejaba de abrazarla, nos detuvimos en una esquina, nos besamos una vez más, conversamos otro poquito, yo tan solo no quería que se vaya, tenía tanto miedo a la despedida, hasta que finalmente tuvo que irse. Cuando la vi despedirse de mi, a punto de subir al taxi que la conduciría a su casa, cuando se desprendió de mis brazos, y le di aquel último beso apurado, sabía muy bien que ella no volvería, que todo aquello sucedió por un tonto capricho del destino, que tan solo debía vivir aquel momento porque era el último, porque a pesar de todas aquellas promesas que nos hicimos, de volvernos a ver tan pronto podamos no sucederían, porque a pesar de que yo estaba completamente convencido de que no debía dejarla ir y que hice todo lo que pude por atraparla, ella, no muy convencida quizá, tal vez por lo voluble que suelen ser las chicas a su edad. Yo estaba totalmente consiente que todo era casi una locura y que estaba casi auto suicidándome al darle oxígeno a aquel amor, pero también sabía que en el amor la lógica no existe, Mariela, en plena edad de las locuras y el auto descubrimiento, aquella noche, en aquel momento, tal vez convencida en continuar con todo, hizo sus votos de reciprocidad por aquella promesa de volvernos a ver tan pronto podamos, al día siguiente para ser más precisos, al día siguiente cuando sus endorfinas volvieron a la dosis común y corriente, y que tal vez ya no sentía aquel sentimiento de la noche anterior, cuando se miró al espejo y vio que sus ojos habían perdido aquel brillo que tenían pocas horas antes, tal vez sintió que se había precipitado, y ya no muy convencida por continuar con lo anterior planeado, aquella mariposa de amor, abrió sus alas y se fue a volar a otros cielos, se apartó del mío, llevándose un pedazo de mi corazón consigo, dando por terminada aquella historia, sin explicaciones ni remordimientos. Yo ya me lo esperaba, así que al no esperar nada de ella, no reclamé nada, y me fui una vez más, con la mirada perdida, a sufrir en silencio, a tenerla solo en mis recuerdos, aceptando aquel triste final. Aquella historia, la recuerdo con cariño, como algo que a pesar de que ya la había vivido en otras ocasiones, con otras chicas, en historias distintas, decidí vivirla una vez más, porqué pensé que quizá ésta sería diferente, porque aún no he desechado aquel sueño de encontrar al amor en el lugar menos pensado, porque creo en que lo imposible puede ser posible, a pesar de que me cueste tanto sufrimiento. Por eso debo decir, que aquella mariposa, a mi mariposa de amor, que me siento felíz de haberla conocido, a pesar de todo lo malo, a pesar de que nunca más la vuelva a ver, porque ella es mi mariposa, mi mariposa de amor.